El diván de Filipo
Gregl Khôl era un artista que acudió al número 17 de la calle Da Vinci siguiendo el rastro de frustración que su espíritu proyectaba. Una vez allí, Filipo Stamina lo esperaba sentado tras su diván a la espera de escuchar todo lo que el desertor de la disciplina tenía que contarle, un bohemio cinturón negro.
Khôl: ¡Mis obras han perdido interés Filipo! Ya no doy forma a la libertad, ni capturo la fuerza de olas, ahora sólo puedo crear obras que representan la objetividad, ¡a nadie le interesa ese concepto! ¡Es el más aburrido de la naturaleza humana! Además… siempre he sido un individuo de poca personalidad y sólo me salen obras muy subjetivas, ¿¡Qué puedo hacer Filipo!?
Filipo: Le recomiendo dos cosas señor Khôl. Empecemos por el principio, es decir: por el uno. Lo primero que tengo que decirle es que la próxima vez que acuda a mi consulta podría hacerlo vestido de cintura para abajo, resulta algo incómodo su look actual. Y lo segundo es que no se deje intimidar por el resto de los artista conceptuales, cuando salga al patio no permita que nadie le arrebate el bocadillo de chorizo. Si hacen insultos referidos a su estúpido peinado, a sus horribles gafas, o a su olor corporal responda usted con el desigual reparto cromosómico que la naturaleza ha hecho con sus cuerpos, ya verá como se siente mejor, es no falla.
Khôl: Una pareja afín a mi amistad, casada mediante el rito de los torneros fresadores en la pascua de verano, me recomendó una conducta parecida, ¡Pero no logro encontrar esa rabia!
Filipo: Vaya… el mundo es una pañuelo… yo bauticé a mi hijo menor mediante ese rito, tiene siete años más que yo, aunque sólo aparenta cinco.
Khôl: ¡Y después está la sociedad! ¡Aparato opresor de mi voluntad!
Filipo: Señor Khôl, creo que sé lo que le ocurre.
Khôl: ¿Lo sabe?
Filipo: Sí, lo sé.
Khôl: Y dígame… ¿qué me pasa?
Filipo: Mi diagnóstico clínico es que usted está como una puta cabra.
Khôl: ¿Y qué puedo hacer?
Filipo: Tómese este vaso de cicuta fresquita…
A los pocos segundos Khôl cayó redondo y Filipo agarró el teléfono para hablar con su secretaria.
Filipo: Pilar… ya he terminado con el paciente que se creía un cuadro barroco, haga pasar al artista conceptual. ¿Cómo? ¿Qué el artista es el que está dentro?
Que más da… este final no tiene gracia…
Los artistas suelen sufrir la intolerancia de su propio ser, es que ahora el que saliva en la calle con cierta gala se hace llamar artista.
ResponderEliminarExtraordinaria, es su forma de encadenar los relatos señor Gincrispi, da cierta frescura a nuestro humor cuando sobrepasamos sus escritos.
Algunos finales no sostienen su gracia, no es así su caso.
Un fuerte abrazo.
Gracias por tus palabras Barón, espero que lo pases en grande en el concierto.
ResponderEliminarSaludos.
Ups! Pobre Khol!
ResponderEliminarHe oido antes hablar de los artistas ignorados por la sociedad, pero nunca confundidos de esa manera! Y menos, asesinados por error!
Magníficas incongruencias, Gin, como es su sana costumbre..
Besazos!
Jajaja... impecable
ResponderEliminarRetremendo relato "abs-tracto intestinal". Es decir, "pa cagase" sin freno ni abs.
ResponderEliminarVoy a vé si enchufo a mi blog alguna PARID nueva hoy, que hace casi un mes que no siembro. Gracias por regalarme inspireishion, Grincrispi.