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Mostrando entradas de noviembre, 2013

Hospital mineral

Un tipo entra en un hospital para que examinen su piedra... -Buenas tardes. -Buenas tardes. ¿Tiene cita? -Sí, traigo mi piedra al geólogo. -¿Su nombre? -Adolfo Mantillo. -Aquí está usted, pase a la sala de espera. Adolfo Mantillo pasa a la sala de espera con su piedra. Se sienta junto a otra persona. -Buenas tardes. -Buenas tardes. -Qué bonita, ¿cuánto tiempo tiene? -Gracias. Unos 3.500 años. La dejo en un lugar umbrío para que le salga musgo, le favorece mucho. -Pues le sienta muy bien. Parece que no se pelean. ¿Es macho? -No, es hembra. Quizás será por eso. Entra una enfermera -¿Adolfo Mantillo? -Sí, soy yo. -Pase. -Hasta luego (dirigiéndose a la otra persona de la sala de espera) Pasa a la consulta -Buenas tardes, tome asiento. Aunque tenga cuidado porque el anterior paciente se orinó ahí. ¿Qué le ocurre a su piedra? -Eso me gustaría saber. -Le gustaría saber... (toma nota en su libreta) -Verá, mi piedr

El eremita boxeador

Fabián Amauri nació y se crió en una familia muy humilde.  El único juguete que tuvo en su infancia fue pegar puñetazos al aire.  Esta forma de divertirse lo llevó  a desarrollar una gran capacidad de concentración,  de la cual se hizo consciente y no tardó en utilizar para desvelar todos los misterios de la condición humana.  Esta capacidad de discernir lo convirtió en un eremita. Se le podía observar a cualquier hora y por cualquier lugar de su pueblo lanzando los puños al aire.  Mientras desayunaba,  en el parque,  tomándose un café,  visitando a las monjitas del convento, en el orfanato,  mientras jugaba al dominó,  todo momento era bueno para meditar. Fabián se convirtió en el primer eremita campeón del mundo de boxeo en el peso paja,  participando por casualidad mientras reflexionaba sobre la separación del mundo espiritual en la cartera de valores de un fondo de inversión. Rara era la semana que alguien no demandaba la sabiduría del eremita.  De especial relevancia fue el hec

El mono refrigerador

  Un tipo entra en una tienda con la intención de quejarse ante un ultraje comercial... Comprador: Buenos días, vengo a descambiar este frigorífico. Vendedor: ¿Por qué? ¿Acaso no funciona bien? Comprador: Resulta que tengo varias razones para hacerlo. La primera es que en lugar de un frigorífico me vendió un mono, y la segunda es que el mono apenas enfría. Vendedor: Pero... ¿seguro que no lo quiere? Comprador: Completamente seguro. Vendedor: Está bien, hablaré con el gerente. El vendedor pasa a la trastienda, y a los pocos segundos sale con el gerente. Gerente: Buenos días, así que usted quiere devolver una tostadora... Comprador: No, es un frigorífico. Y sí, quiero devolverlo. Apenas enfría y todos los alimentos se me terminan pudriendo. Gerente: No podría estar usted más equivocado (agarra al mono y le da la vuelta para leer el mensaje que tiene en la camiseta) Lea usted conmigo: ranuras cortas, soporte

Un político en mi sopa. II

Político: Creo que puedo responder a esa cuestión. Aunque, ¿no prefiere ver como bailo? (el tipo comienza a bailotear) Tomás: Vaya, baila usted muy bien. Político: Y aún puedo hacerlo mejor. Sin embargo (se acerca a él y le pone la mano en el hombro) lo veo muy claro en sus ojos. Tomás: ¿Qué ve? ¿Diabetes? ¿Gripe? ¿Cólera? ¡No! Supongo que será algo mucho peor. Político: Tranquilo amigo, veo su fuerza para cambiar. Usted tiene espíritu de sobra para levantarse y bailar a mi son. Puede hacerlo mucho mejor. Tomás: ( Tomás se levanta para intentar unos pasos, mientras, el político toma el asiento de Tomás y empieza a tomarse su sopa y su vino) ¡Eh! Un momento, ¿qué hace...? Alfred: Llámeme Alfred. Tomás: ¡Alfred! Alfred: Mejor Al, es mi apodo. Tomás: Alfred, Al, o como sea... deje el vino en su sitio y no meta las manos en mi sopa. Alfred: ¿Usted conoce la parábola del esquimal? Tomás: No, ¿de qu