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Mostrando entradas de diciembre, 2011

El monstruo de Gila.

Un pequeño y humilde homenaje. Un soldado con cierto aire de pasota descuelga el teléfono para marcar... -Hola, ¿es la guerra? Mire, le llamaba para decirle que mañana no vamos a poder ir, es la comunión de la hija del general. Sí, ¡la que sale en la película de John Travolta no, de su hija biológica! Claro, claro... Entonces les llamaba para eso, ¿cómo? Pues no sé... Me lo pide con esa cadencia de palabra que no se que decirle, pero usted, ¿usted se ha dado cuenta de que son el enemigo? ¿Y a mí que más me da eso! Nosotros no vamos a limpiar, además, encontrar 10.000 cubiertos de aquí al martes va a ser complicado, si al menos fuese para el miércoles... Por cierto, tenéis un artillero con muy mala baba, le habéis chafado el puente a Garrido, ¡qué vete tú a saber cuándo vamos a tener otro puente como dios manda con el de las barbas! Sí ya lo sé hombre... Sí es su trabajo; pero mira, para la próxima vez podéis tener en cuenta a Muñoz, un calvo con mel

El fin.

-Hola Antonio, ¿qué haces en el hospital? -Hola Sally. Fui tío hace un mes. Mi sobrino nació con dos meses de antelación y vengo a verlo a menudo. -¿Y cómo se encuentra? -Muy bien. El hospital tiene un equipo de prematuros extraordinario, ganaron el último campeonato con cinco jornadas de antelación. ¿Y tú qué tal? -Estoy siguiendo un tratamiento de fertilidad y vengo de un chequeo. -¿Vienes sola? Dónde está el fulano ese... ¿Cómo era? -¡Paul! ¡Oh vamos, no empieces! -No mujer. -Pensaba que lo habías superado. -Con solo escuchar su nombre mi cuerpo se llena de anticuerpos. Sally esboza una pequeña sonrisa. -¿Por qué te ríes? -No sigas Antonio. -Aún no entiendo como una mujer como tú sigue manteniendo una relación con ese tipo. -Paul es un buen hombre. ¿Sigues con tu terapia? -Sí, aunque no creo que esté funcionando. Sigo levantándome todos los días para trabajar, una cosa de locos. -Siempre has tenido dificultad para amoldarte a la vida r

El aviador entre la bruma.

En cuanto presenté mi pie derecho al nuevo día pude adivinar que iba a ser una jornada complicada. Con la simple tardanza de hacer humear el pan de ayer sobre la plancha comenzó a sonar el teléfono. Tras un breve diálogo mamporrero mi jefe me encomendó la faena a cumplir, tenía que encontrar a un tipo apellidado Harrys que se dedicaba a reventar el negocio de la empresa en la parte sur de la ciudad. Sin perder el tiempo me llevé parte de la tostada en la boca mientras forraba mi torso con la cazadora vaquera que yacía junto a la puerta. En pocos minutos me encontraba rastreando la ciudad con mi olfato porcino, en solo unas horas encontré varias bellotas pero ningún rastro del perseguido. Así que adopté la vía fácil; buscar a Tomy, mi soplón particular, para aligerar el trabajo. El estaba dónde siempre: 48.48 N, 15.15 S. -¿Qué pasa Tomy? -¿Qué pasa pavo, qué haces por aquí? -Busco información, de la que tú me puedes dar. -Tengo algo que te puede gustar. Resulta

Un día cualquiera.

Dos amigos se encuentran en el interior de un grupo de personas que observan una protesta junto a la puerta de un edificio gubernametal... Manuel: ¡Paco! ¡Cuánto tiempo! Paco: ¿Qué tal? ¿Qué ocurre aquí? Manuel: Parece ser que se han concentrado el Sodio y el Cloro en la puerta del ayuntamiento para demandar una mar más salada. Paco: Vaya por dios... La cosa está muy mala. Manuel: A este paso vamos a necesitar un Ministerio para la cosa. Si la consiguiesen arreglar se acabarían nuestras penas. Paco: Creo que la situación no es tan difícil de arreglar. Como no quiero ser pretencioso por mi parte, lo seré por parte de otro. Concretamente por parte del señor afrancesado de boina y jersey a rayas. Manuel: ¿Qué quieres decir? Paco: Lo que quiero decir es que ese señor parece un marinero marsellés. Manuel: No, sobre la cosa. Paco: Pues que todo está solucionado, combatiremos el paro creando empleo. Manuel: ¿Y cómo crearás empleo? Paco: Eso es asun

Mousse de desencanto.

-Llevaba unas semanas sin abrir el buzón y cuando me dispuse a retirar la llave de la cerradura las cartas cayeron al suelo como la nieve de un desfiladero en un concierto de los tres tenores. Sobre toda la publicidad, notas de mi casero y otras cartas hubo un sobre que llamó poderosamente mi atención. Tras doblar mi espalda como una bisagra de principios de siglo tomé el sobre y lo abrí. “Querido Martín, te escribo esta carta para decirte que vas a dejar de ser mi amante interino. El proceso de selección ha terminado y nos has pasado la criba” Lo primero que vino a mi cabeza fue la duda de quién era ese supuesto Martín, no tenía ni idea de quien podría protagonizar un polígono amoroso de ese calibre, pero... Creo que tampoco me interesa. Continué ojeando el taco de misivas y entre ellas asomaba la cabeza un pico de color negro y rojo que adelantaba a los demás ante mis ojos. Agarré el saliente y tiré de él hasta hacerlo visible a mi curiosidad. Era una invitación pa