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Mostrando entradas de 2013

Gazpromgrado

El colmo de finalizar el año es hacerlo enfermo y si es una patología gástrica, todavía peor. No es la primera vez que me ocurre, en 2012 y creo que en 2010 también enfermé. Me da la sensación de que mi cuerpo ha desarrollado una forma muy sutil de hacerme superior a los demás para afrontar la sobras del día 1 de enero, me mantiene en barbecho un par de días para luego llegar desde atrás y arrasar con todo, permitiéndome esa licencia futbolera. Tenía ganas de escribir el último texto del año; pero me estaba siendo del todo imposible imaginar nada. Aunque lo cierto es que con la fiebre que he tenido creo que he visto alguna alucinación: Spiderman, un bote insecticida y una historia de Murakami. O algo así. Sin más, os deseo un próspero 2014 y anunciaros que para el próximo año pretendo terminar mi primera novela, al margen de la comedia. Felices fiestas a todos y a todas.

Bullying a A. Einstein

Su profesor de zumba lo traicionó. Albert tomaba aire después de una extenuante sesión de ejercicios aeróbicos, extendía los brazos y resoplaba bajo su incipiente bigote, sin ser consciente del jaque que le había sido preparado en los vestuarios, con la tranquilidad de la presa que no se siente observada bajo el objetivo de National Geographic tomó su maleta para ir rumbo al vestuario. Desgraciadamente Albert falleció en el trayecto de la sala de cardio a los vestuarios y su protagonismo en esta historia la heredó su primo, también llamado Albert, pero apellidado Einstein. Albert Einstein paseaba jubiloso por los jardines de la Escuela Politécnica de Zúrich. Miraba de forma relativa todo lo que le rodeaba, más que mirar, se puede decir que observaba mientras no paraba de dar vueltas sobre si mismo, intentando cambiar su sistema de referencia una y otra vez, hasta que enfrascado en uno de sus gedankenexperiment tropezó con un grupo de individuos que lo rodeó rápidament

Bullying a Sir Isaac Newton

Importante:  El siguiente texto puede contener spoiler de "El tiempo entre costuras" Un grupo de matones rodea a Sir Isaac Matón 1: ¡Eh! Enséñame los bolsillos. Sir Isaac: ¿Perdón? No llevo nada en los bolsillos. Matón 2: ¡Subidle los boxer! Sir Isaac: Un momento, ¿qué es todo esto? Matón 1: ¡Quitadle la manzana! Sir Isaac: ¡No! Es mi pasaporte al mayor tópico de la historia de la ciencia. Matón 3: Soy el matón número 3. Matón 1: Estás rodeado, no puedes escapar, así que lo mejor es que nos de todo lo que lleves en los bolsillos. Sir Isaac: Lo cierto es que vuestra táctica es deficiente. Habéis intentado formar un cuadrado para rodearme; pero solo sois 3, con lo cual puedo escapar por ahí. Matón 2: ¡Maldita LOGSE mediaval! Tenemos muchos fallos conceptuales, pero aún así nos darás... nos darás... (duda, el tío es un poco idiota) Sir Isaac: No tengo todo el día. ¿Por qué no vais a molestar al judío?

Hospital mineral

Un tipo entra en un hospital para que examinen su piedra... -Buenas tardes. -Buenas tardes. ¿Tiene cita? -Sí, traigo mi piedra al geólogo. -¿Su nombre? -Adolfo Mantillo. -Aquí está usted, pase a la sala de espera. Adolfo Mantillo pasa a la sala de espera con su piedra. Se sienta junto a otra persona. -Buenas tardes. -Buenas tardes. -Qué bonita, ¿cuánto tiempo tiene? -Gracias. Unos 3.500 años. La dejo en un lugar umbrío para que le salga musgo, le favorece mucho. -Pues le sienta muy bien. Parece que no se pelean. ¿Es macho? -No, es hembra. Quizás será por eso. Entra una enfermera -¿Adolfo Mantillo? -Sí, soy yo. -Pase. -Hasta luego (dirigiéndose a la otra persona de la sala de espera) Pasa a la consulta -Buenas tardes, tome asiento. Aunque tenga cuidado porque el anterior paciente se orinó ahí. ¿Qué le ocurre a su piedra? -Eso me gustaría saber. -Le gustaría saber... (toma nota en su libreta) -Verá, mi piedr

El eremita boxeador

Fabián Amauri nació y se crió en una familia muy humilde.  El único juguete que tuvo en su infancia fue pegar puñetazos al aire.  Esta forma de divertirse lo llevó  a desarrollar una gran capacidad de concentración,  de la cual se hizo consciente y no tardó en utilizar para desvelar todos los misterios de la condición humana.  Esta capacidad de discernir lo convirtió en un eremita. Se le podía observar a cualquier hora y por cualquier lugar de su pueblo lanzando los puños al aire.  Mientras desayunaba,  en el parque,  tomándose un café,  visitando a las monjitas del convento, en el orfanato,  mientras jugaba al dominó,  todo momento era bueno para meditar. Fabián se convirtió en el primer eremita campeón del mundo de boxeo en el peso paja,  participando por casualidad mientras reflexionaba sobre la separación del mundo espiritual en la cartera de valores de un fondo de inversión. Rara era la semana que alguien no demandaba la sabiduría del eremita.  De especial relevancia fue el hec

El mono refrigerador

  Un tipo entra en una tienda con la intención de quejarse ante un ultraje comercial... Comprador: Buenos días, vengo a descambiar este frigorífico. Vendedor: ¿Por qué? ¿Acaso no funciona bien? Comprador: Resulta que tengo varias razones para hacerlo. La primera es que en lugar de un frigorífico me vendió un mono, y la segunda es que el mono apenas enfría. Vendedor: Pero... ¿seguro que no lo quiere? Comprador: Completamente seguro. Vendedor: Está bien, hablaré con el gerente. El vendedor pasa a la trastienda, y a los pocos segundos sale con el gerente. Gerente: Buenos días, así que usted quiere devolver una tostadora... Comprador: No, es un frigorífico. Y sí, quiero devolverlo. Apenas enfría y todos los alimentos se me terminan pudriendo. Gerente: No podría estar usted más equivocado (agarra al mono y le da la vuelta para leer el mensaje que tiene en la camiseta) Lea usted conmigo: ranuras cortas, soporte

Un político en mi sopa. II

Político: Creo que puedo responder a esa cuestión. Aunque, ¿no prefiere ver como bailo? (el tipo comienza a bailotear) Tomás: Vaya, baila usted muy bien. Político: Y aún puedo hacerlo mejor. Sin embargo (se acerca a él y le pone la mano en el hombro) lo veo muy claro en sus ojos. Tomás: ¿Qué ve? ¿Diabetes? ¿Gripe? ¿Cólera? ¡No! Supongo que será algo mucho peor. Político: Tranquilo amigo, veo su fuerza para cambiar. Usted tiene espíritu de sobra para levantarse y bailar a mi son. Puede hacerlo mucho mejor. Tomás: ( Tomás se levanta para intentar unos pasos, mientras, el político toma el asiento de Tomás y empieza a tomarse su sopa y su vino) ¡Eh! Un momento, ¿qué hace...? Alfred: Llámeme Alfred. Tomás: ¡Alfred! Alfred: Mejor Al, es mi apodo. Tomás: Alfred, Al, o como sea... deje el vino en su sitio y no meta las manos en mi sopa. Alfred: ¿Usted conoce la parábola del esquimal? Tomás: No, ¿de qu

Un político en la sopa. I

Esa misma tarde me había despertado de la siesta de un ataque de optimismo, aunque fiel a mi espíritu pesimista las fuerzas se habían equilibrado. Caí en la cuenta de que no tenía nada para cenar en la nevera, así que salí a la calle. Soy alérgico al pescado, me hace daño, sobre todo si es pez luchador. Sin pausa pero sin prisa buscaba el restaurante perfecto para cenar, me habían hablado muy bien de “La cuchara en el cazo” , un lugar de moda en la ciudad. Paso a paso me acerqué al escaparate de la tienda delicatessen que había al final de la calle, junto a la peluquería on line y al Centro de Rehabilitación de Mascotas olvidadas por la Tecnología. La tasa de suicidios entre las carpas de colores había aumentado en un 110% en el último año, los desahucios de jaulas de hamster en un 75%, y la venta de frutas de colores se había disparado hasta el 1000% en los últimos diez minutos, según datos del Ministerio de Candy Crush Saga. Tras llegar al final de la calle y

Una tarde en el zoo

Un hombre se acerca a una mujer con intención de entablar conversación, aunque ella toma la delantera... -Hola, ¿qué tal? -Hola, ¿viene mucho por aquí? -Tres días por semana de lunes a miércoles, de jueves a domingo otros cuatro días. El resto del tiempo no suelo aparecer por este lugar. ¿Y usted? -Suelo venir a observar a ese oso. Creo que tiene complejo de techo. -¿Complejo de techo? -Sí, ¿por qué si no tendría una lámpara en el pecho? De estilo barroco. -Llamativo, aunque lo realmente increíble son los pingüinos. Mírelos. Llevan una semana ensayando la misma obra de teatro y siempre se equivocan en la misma escena. Increíble, nunca había visto unos pingüinos con tan poco talento para las artes escénicas. Llámeme loca, pero creo que no estamos en un zoo. -¿Cómo? -Sí, siempre que vengo, a la misma hora, empiezan a aparecer las mismas letras sobre esa tela que cuelga de la pared. Madagascar tres.

Estabilizante E-407

Ayer estaba preparando un guiso con patatas,  agarré un par de ellas para pelarlas,  y cual fue mi sorpresa al comprobar que en la malla de tres kilogramos del útil tubérculo había un Picasso.  Ya  no saben que hacer para estafar al consumidor.  Te dicen que son tres kilogramos de patatas;  pero adulteran el peso para que pages más por menos.  Lo mismito que con el marisco. Hoy mismo,  compré un kilogramo de coquinas,  y resulta que entre los bivalbos había una onza de oro.  Quizás por eso me costó dos mil euros,  la cuestión es que al final no te estás comiendo un kilo de coquinas. No me imagino a ningún marchante vendiendo tres kilogramos de la obra de Picasso,  y para adulterar la venta te meten una patata,  al final no te llevas tres kilogramos de arte. Seguro que Winston Churchill tendría alguna cita para definir esta situación.  Creo que es la personalidad histórica con mejores citas,  al menos para mi gusto.  Si aún viviese seguro que Florentino Pérez lo fichaba para vender

La tormenta del alma

Retrepado junto a la chimenea, el primer día de febrero, acosaba y escudriñaba por quincuagésima vez mi ejemplar favorito de Edgar Allan Poe, “El gato negro”, cuando un cuervo del color de la noche comenzó a perforar mi curiosidad con su pico sobre el cristal de la ventana. ¿Qué buscaba?  ¿Qué querría?  Mi cabeza se acercaba a mis hombros, mientras mis ojos apenas podían otear por encima del libro. Una vez, y otra, y volvía a picar con la insistencia de las olas sobre el rompiente. Me negaba a moverme del sofá, junto al fuego, con la única claridad intermitente de la tormenta, con la perseverancia del maldito cuervo que no cegaba en su intento de entrar en la habitación. ¿Por qué? ¿De dónde procedía ese deseo? ¿Acaso vendría a por mi alma? ¡la muerte! Entonces sentí el alivio del ejecutado, mi pena había llegado a su fin. Con la poca voluntad que en mi cuerpo se albergaba tomé el camino hacía ventana, la abrí de par en par dejando que el viento y la torme

Negación

¿Estamos solos en el universo? Y lo más importante, ¿tendrán un poco de sal? Anduve toda la mañana paseando de un lado para otro, meditando sobre esta posibilidad y otras más cercanas a mi ser, cuando caí en la cuenta de que me encuentro sumergido en una gran fase de negación. O no. Lo cierto es que es un momento de negación total. Me pongo delante del espejo y no me reconozco, me coloco delante de la pared y sigo sin reconocerme. Me imagino que es un mecanismo de defensa, ayer mismo tuve un conflicto externo. Me encontraba en mi banco de confianza, en el que robo todas las semanas, cuando una pareja de policías armados y recién salidos de la peluquería se dirigió a mí: -Caballero, suerte el arma. -¿Y quién me garantiza que no la va a coger usted? ¡O esa señora del fondo que no para de mirarme! (aprovecho para flirtear con la señora) -Mi-mi arma es mucho mejor. -¡Ha dudado! No pienso soltarla. -Caballero-se dirige a mí el otro policía- suelte el

Se alquila

Cae la tarde,  el ritmo de la ciudad se ralentiza y poco a poco comienza a llover.  Sería una tarde ideal para dedicarse a oler chocolate caliente,  comprobar como cada poro de las galletas que sumergo en la taza se inunda de cacao. Los hermanos Karamazov no paran de hacer ruido en el piso de arriba,  parece que una segadora cercena el libre albedrío,  ¿quién elegirá mi ropa ahora? Desde la cocina se escucha el ir y venir de los Corleone,  una gente muy activa,  no sé a que se dedicarán;  pero no paran de escuchar  Rockin In The Free World.  Una planta muy animada. Me encanta la terraza,  unas vistas geniales.  Godzilla no hace lectura comprensiva,  no asimila que los carteles de la entrada no le permiten la entrada sin casco en la industria química de Osaka,  al final lo termina devastando todo con su aliento atómico.  La frustración es el primer paso para que un monstruo de origen radiactivo destruya una ciudad. Cuatro dormitorios,  dos cuartos de baño,  cocina y una amplia terra

Agdelard o Agdelarda

Agdelard Crognar era vikingo;  pero él quería ser cabaretera. Cambiar los saqueos estivales por ensayos de coreografías perfectas.  El metal y la piedra por telas de colores.  Enemigos ensangrentados por un público entregado.  La cola del Ikea por copas de Martini,  `mezclado,  no agitado´. Pero Odín prefiere la guerra a los musicales.  Quizás con otro culto,  quizás con otro dios. Agdelard guarda una estampa de Liza Minneli en su cartera.

El oso polar

Mi madre,  mi querida madre,  siempre quiso aprender a montar en bicicleta. Una mañana de verano arrinconó su miedo a un lado de su corazón y salió a la calle para cumplir su sueño.  Pero era jodidamente retrasada,  y confundió la bicicleta con un oso polar de dos metros de altura y quinientos kilos.  Y ya os podéis imaginar;  ella bebía mucho,  no había montado en oso polar nunca...  A los pocos kilómetros de empezar la marcha tomó una curva con exceso de velocidad y chocó de frente contra otro retrasado mental que confundió el nihilismo con una cabra.  Ambos vehículos explotaron,  ambas almas volaron. Descansen en paz.  Por cierto,  vendo una silla.  Ideal para sentarse.

Súper Elegante & Casual Boy

Casi las tres de la mañana. Momento en el que los actos comienzan a levitar sobre las las ideas, y el principio y el fin de la barra se encuentran a la misma distancia del ridículo. Vigilábamos desde la sombra la cuarta hora de la barra libre, y ahí estaba él. Tan seguro como el paso del tiempo. Ajeno al ridículo nupcial. Extrafalario Guccinni permanecía impertérrito, impertetrito e imperterido. Todo al mismo tiempo. De pie, cerca de la novia, fumándose un cigarrillo mientras el humo encauzaba todos los rasgos de su rostro. Su aspecto se asemejaba a la violencia, cada vez que se embutía en sus tejanos desgastados un grupo de Boy Scouts perdía la fe en Indiana Jones, el pelo grasiento le tapaba las orejas, la camisa estaba sucia en el siglo dieciocho y sus zapatillas lo habilitaban para correr los cien metros lisos desde el taller mecánico de su cuñado hasta la cervecería más próxima. El peor enemigo al que me he enfrentado nunca. El más difícil de eliminar. Su hue