Equidistancia



Mi nombre es Gabriel O´Callagan, nací y crecí en un pequeño pueblo de alta montaña situado al norte de la nada, aunque las nuevas tecnologías me mantenían pegado a las grandes urbes intelectuales.

Me aficioné a la literatura como la mayoría de los niños de mi tiempo, por error. Aunque lo primero que ambicioné no fue el conocimiento, antes estuve muy interesado en un cachorro de Labrador Retriever, excelsa muestra de las características caninas. Fue para mi octavo cumpleaños, pero mi familia era tan pobre que en lugar de regalarme un perro me obsequiaron con la hipérbole de su figura escrita en una cuartilla:


“¡Jamás un can tan hermoso se pudo crear

mas en este folio te lo voy a dibujar!”


El regalo me emocionó, pero al poco tiempo tuvimos que sacrificar al can gráfico-semántico. Una mañana de verano atacó al axioma mal construido de mi vecino y el filósofo de la clínica para los dolores del alma recomendó cercenar su vida.

Por lo demás mi vida estaba siendo muy aburrida. Ya lo dice mi primo Barack, principal lector y seguidor de mi diario, “Solo te falta un cambio de humor para que tu vida sea igual de divertida que un entierro”.

Al poco tiempo ingresé en el instituto de la comarca, era un centro en el que se fusionaba toda la materia prima intelectual de las localidades cercanas. Poco a poco fui conociendo y mezclando mi experiencia vital con la de los demás, y eso me fue enriqueciendo intelectual y económicamente. El pardillo del hijo del boticario siempre venía con más insulina de la que debía y me hacía de oro vendiendo ese producto en el mercado negro, unos meses más tarde también amplié le negocio al alquiler de ambulancias para llevar a los diabéticos del instituto al hospital. Y fue en ese justo momento cuando mis primeras letras comenzaron a brotar para combinarse en mi primera obra. Era una novela que trataba sobre un joven mafioso que se ve envuelto en una serie de asesinatos que lo hacen abandonar su pequeño pueblo para borrar pistas y comenzar una vida nueva en la ciudad. Inexplicablemente para mí, el libro no tuvo éxito. Así que me vi obligado a enderezar mi camino en la gran ciudad, cogí mi maleta cargada de ilusiones, el abrigo y el sombrero del hijo del boticario, y tras pasar varias horas excavando en la parcela del vertedero me marché buscando el éxito.

Al llegar a la ciudad no encontré el éxito, aunque dio la casualidad de que en el bloque donde alquilé mi apartamento vivía también el hijo del boticario, al menos una cara conocida en la gran ciudad.

Los primeros meses no encontré trabajo, sin embargo pude prolongar mi negocio de venta de insulina y alquiler de ambulancias, aunque cuando el hijo del boticario murió mi estabilidad económica se fue al traste. Tuve que buscar un empleo para poder mantenerme, y fue ahí cuando comencé mi segunda novela, su título era: “El señor que me habla cuando troceo la carne y yo”. Sin duda una visión singular de la actividad intelectual de un individuo con un cuchillo y los consejos de su personalidad menos empática. El editor no aprobó su publicación, aunque hubiera sido de gran ayuda dejarle pasar de la página cuatro.

Tras perder una nueva oportunidad y con la soga financiera al cuello no tuve más remedio que seguir buscando... ¡Y voila! La fortuna es para los valerosos, hice una entrevista y tras pasarla con éxito accedí a un cargo en el ministerio de defensa. El trabajo es sencillo, solo tengo que hacer amigos, localizar individuos con mis mismas aficiones que yo. Empiezo a tener muchos conocidos con turbantes, aunque acudo a las fiestas de gente con corbata, os seguiré informando. Mi primo
Barack está impaciente por leer el próximo capítulo.

Comentarios

  1. Al abrir los ojos de tamaña pesadilla,
    quizás O'Callagan perciba
    que es una historia sencilla,
    de las que la cola es comida por la pescadilla

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  2. Ya lo creo que el primo Barack estará en el pináculo de sus ansias. Estaré atento en las derivaciones sobre la ambición de Gabriel O´Callagan.

    Saludos.

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  3. Esto promete ponerse interesante, por lo que voy a seguirte, pero por tu bien, como al final sea un bodrio te pondré "verde" en mi blog y sabrás lo que es bueno.

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  4. Pues a probar suerte con nuevas ocupaciones. Si esta no funciona siempre le quedará ser ayudante de guión en "el internado" o lapidador en la "Almudena". Un saludo, amigo.

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El Jes Extender es el opio del pueblo.
Al salir cierra la puerta que se escapa el gato.

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