Quaid no pudo hacerse cargo de la hipoteca y no finalizó la historia. Ahora, se encuentra sumergido hasta el cuello en una playa del atlántico océano en busca de la involución que le otorgue la felicidad.
Qué guay el fin de Quaid. ...Que se anime, a ver si un día vuelve a tiempo y le da vidilla al tintero, que luego se caduca y la pluma no se desliza igual untándola en escupitajos de calamar.
Basado en un capítulo de los Simpsons. Al parecer la susodicha se encontraba inmersa en la lectura de una de las obras de Nietzsche, cuando su busca sonó y eso le hizo ponerse en alerta. Tras cerrar el libro terminó la taza de té y empolvó un poco su nariz, un minuto más tarde partió hacía su trabajo. Una vez allí acudió al debate diario, que junto con sus compañeros, mantenía sobre la moral y la ética del ser humano después de la revolución industrial. La tarde transcurría tranquila entre apreciaciones y el sonido de una suave lira… cuando de repente un relámpago cultural estremeció el ambiente. Un conglomerado de palabras mal sonantes y continuos errores gramaticales enturbiaron el ambiente, ante lo cual nuestra protagonista no pudo reprimirse y saltó sobre la presencia corruptora para restablecer el Status quo. Aunque el acto tuvo nefastas consecuencias, ya que al intentar apaciguar a la fulgurante presencia una pared del plató cedió sobre el cuerpo de la contertulia, pero est
Aún no había llegado al umbral de la adolescencia, apenas estábamos en el portal de la preadolescencia cuando el tío de mi vecino Manuel se acercó y nos preguntó. -¿Qué es lo que más os gusta de la vida? Mis amigos respondieron casi al unísono y sin tiempo para masticar la respuesta. -¡Los coños! Yo me tomé mi tiempo para afirmar sin rubor. -El olor a viejo de un libro mil veces releído y tu reloj de oro. En ese momento me di cuenta de que quería ser escritor. No tardé ni unas horas en entrar en la librería de mi barrio para llevarme un ejemplar de Cuentos sin plumas, una pluma estilográfica y una pitillera de plata. Era increíble la facilidad que tenía Fermín, el librero de mi barrio de 78 años, para correr tras mis pasos. Durante mucho tiempo se convirtió en un referente para crear mis historias más exitosas y mis personajes con mayor riqueza: “Las rosas rojas y sus collares de perlas”, “El robo del reloj de cuco” o “Aquellas maravillosas carteras”. Fue la
Todo comenzó con un montón de palabras casi ordenadas. Dionisio andaba por el lugar inspirando los más finos y perspicaces balbuceos del elenco. Casi como una conversación, casi ordenados. Sofista1: Esta…mos perdiendog cuuuuota de helenosx. Sofista2: Sip Sofista1: A ver… si ereg capá de congtruí una idea… ¡eres un maestro del conocimiento! Sofista2: ¡Eg maldito Sócrates! Nos está comiendo terre…no. Sofista1: ¡Ereh un maegto! Sofista2: Lo sé. Él no cobra por el conocimiento. Sofista1: Debe…ría…mos unificar criterios… para… Sofista2: ¡Cierto! Criterioz y categoriaz. Sofista1: ¡No hay huevos! Sofista2: ¿¡No hay huevos!? AGUÁNTAME EL ESQUIFO. Y así, queridos amig@s, fue como nació la UFC. Allá por el siglo V A.C los sofistas decidieron unificar criterios con Sócrates a través de la palabra no escrita en el famoso octógono ateniense de La Acrópolis. Octógono y lugar de celebraciones con un fabuloso catering. En ese momento existía un grave problema entre los dere
Qué guay el fin de Quaid.
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