El eremita boxeador

Fabián Amauri nació y se crió en una familia muy humilde.  El único juguete que tuvo en su infancia fue pegar puñetazos al aire.  Esta forma de divertirse lo llevó  a desarrollar una gran capacidad de concentración,  de la cual se hizo consciente y no tardó en utilizar para desvelar todos los misterios de la condición humana.  Esta capacidad de discernir lo convirtió en un eremita.
Se le podía observar a cualquier hora y por cualquier lugar de su pueblo lanzando los puños al aire.  Mientras desayunaba,  en el parque,  tomándose un café,  visitando a las monjitas del convento, en el orfanato,  mientras jugaba al dominó,  todo momento era bueno para meditar.
Fabián se convirtió en el primer eremita campeón del mundo de boxeo en el peso paja,  participando por casualidad mientras reflexionaba sobre la separación del mundo espiritual en la cartera de valores de un fondo de inversión.
Rara era la semana que alguien no demandaba la sabiduría del eremita.  De especial relevancia fue el hecho sucedido en una mañana de otoño.  Una madre y su hija acudieron a su pequeña casa,  junto a la orilla del río.  Debían decidir sobre el destino de la casadera,  pretendida por tres notables varones de la villa.  El ermitaño aceptó la consulta y comenzó con su reflexión,  en menos de un minuto había noqueado a la pareja consultante.  A media mañana el padre y marido de la pareja decidió el lugar para conocer la evolución de la consulta y también fue noqueado.  Para el atardecer ya habían  sido noqueados el padre,  dos tíos,  tres primos hermanos,  una yegua,  un cartero comercial,  un cuñado y una nuera.  El precio de la sabiduría.
Para la noche,  antes de que el primer noqueado despertase,  Fabián había resuelto el problema.
La familia marchó y el eremita tomó la decisión de avanzar hacía el corazón del bosque para no volver a ser consultado nunca más.
Nunca más se supo de él,  de vez en cuando se escucha como algún árbol,  en lo más profundo del bosque,  cede ante el peso de la erudición.

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El Jes Extender es el opio del pueblo.
Al salir cierra la puerta que se escapa el gato.

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