Atardecer en Indochina

Sargento: ¡Soldado! Hay que descender por esa colina antes del atardecer.

Soldado: Pero el enemigo nos espera, ¡será un suicidio!

Sargento: ¡No voy a tolerar ni un acto de indisciplina soldado! Yo soy cruz dorada al honor, tres veces corazón púrpura, páncreas plateado e incisivos amarillentos.

Soldado: Pero si yo no quería acudir a la guerra señor, lo que yo quería era estudiar Bellas Artes y convertirme en un joven poeta amante de la noche.

Sargento: Soldado debe rendir honor a este uniforme.

Soldado: ¿y por qué debo hacerlo? ¿Qué ha hecho por mí? ¿Acaso me acompañó en mi primera menstruación?

Sargento: ¡No voy a tolerar más insubordinaciones! ¡Cómo siga por es camino le haré un consejo militar!

Soldado: Gracias pero no necesito consejos sobre la guerra, domino todos los aspectos del belicismo, ¿no se ha dado cuenta de qué llevo los zapatos a juego con su vena roja del cuello?

Sargento: ¡Soldado! ¡Tiene una misión qué cumplir! Suba a esa colina y gane la posición para su ejército.

Soldado: No entiendo a que viene tanta prisa, conozco a un tipo que subió una colina y bajo una montaña, cuando llegó a su casa encontró a su mujer subida en otra montaña, al parecer su depresión fue tal que se alistó en el ejército, ¿ha sido usted topógrafo alguna vez?

Sargento: (Con la pistola en la mano) ¡Desacato! ¡Desacato!

Soldado: Tranquilo mi sargento, subiré la colina, aunque sigo pensando que el soldado Gómez lo haría mejor, tiene hepatitis y pasaría desapercibido. ¿Eran dos rollitos y un arroz tres delicias?

Sargento: Y un pollo con guindillas.

Soldado: Entendido.