William Freud alrededor del mundo. Capítulo 6.


Había escuchado hablar de este sitio; pero nunca imaginé que fuese tan grandioso, casi sin darme cuenta mis piernas me transportaron a las inmediaciones de la Gran Muralla China, todo un espectáculo. Sin embargo había cosas que no me gustaban del lugar, habían construido la muralla sin meter la instalación eléctrica, se ve que el albañil terminó la obra sin consultar al electricista, lo cual me parece un gran atraso, si hay que meter la instalación eléctrica tendrán que hacer casi 9.000 kilómetro de regola, en fin, ellos sabrán. Una vez que obvié el detalle de la muralla pasé al otro lado y comencé mi travesía por el gigante asiático, aunque al chino de 2,10 metros que había en la puerta de entrada al país no le hizo mucha gracia que le pisara el cuerpo, y estuvo persiguiéndome durante aproximadamente una hora y dos semanas si no recuerdo mal, perdí un posible amigo pero batí tres veces el récord mundial de maratón y aprendí a dominar mi ira en situaciones de máximo estrés, todo ello gracias a un libro de autoayuda que leía mientras escapaba, fue lo más parecido que tuve al sueño durante mi escapada. Al poco tiempo de huir de mi perseguidor me monté en el halcón milenario y puse rumbo a Tatuín, Cheguaka estaba algo nervioso, ¡uy perdón! , estaba leyendo en voz alta el guión de un papel sin importancia que me habían ofrecido en ese momento. Una vez en Pekín intenté disfrutar al máximo de la ciudad, gastronomía, turismo, represión, todo lo que esa gran ciudad me podía ofrecer, me senté en un banco de un parque y un anciano con aspecto de haber roto una vajilla de cerámica al completo comenzó a susurrarme al oído…

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